Quizás no nos conocemos, pero si estás leyendo este mensaje hoy, no es una casualidad. Debes saber que si estás aquí, es para recordarte una verdad importante. Esta verdad es la siguiente: no importa quién seas, lo que hayas vivido, lo que hayas hecho o los caminos oscuros por los que hayas pasado, Jesús solo desea una cosa: perdonarte.
Tal vez en este mismo momento estás atravesando dificultades que te parecen insuperables, sufres de adicciones que te sumergen en la desesperación o llevas una vida que, en lo más profundo de tu ser, sabes que no es buena para ti. También puede ser que el peso de tus errores te parezca demasiado pesado para llevar, que te sientas solo(a), perdido(a) o indigno(a) de ser amado(a). Si es así, deseo compartir contigo un mensaje de esperanza.
Este mensaje de misericordia y perdón fue revelado por Jesús a Santa Faustina Kowalska en los años 1930. Esta hermana polaca recibió la misión de transmitirlo a toda la humanidad:
«Deseo que el mundo entero conozca mi misericordia; quiero derramar mis gracias inconcebibles sobre las almas que confían en mi misericordia.» (Diario de Santa Faustina Kowalska, p. 270)
«Habla al mundo entero de mi misericordia.» (D. 403)
«Hoy te envío a toda la humanidad con mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad dolorida, sino deseo sanarla abrazándola a mi corazón misericordioso.» (D. 526)
Como una persona prisionera de un pozo del que no puede escapar sola, quizás te sientes atrapado(a) en el pozo de tus sufrimientos y de tus errores. Sin embargo, una mano bondadosa se extiende con el deseo de liberarte: la de Jesús. Él te invita a tomarla con confianza, sin temor, sin importar las faltas que hayas cometido. Esto es lo que Él reveló a Santa Faustina sobre su deseo de perdonarte:
«Que ninguna alma tenga miedo de acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata.» (D. 274)
«Que el alma débil y pecadora no tema acercarse a mí, porque aunque tenga más pecados que granos de arena en la tierra, todo se hundirá en el abismo de mi misericordia.» (D. 376)
«Que los más grandes pecadores pongan su esperanza en mi misericordia. Tienen derecho antes que los demás a confiar en el abismo de mi misericordia. Hija mía, escribe sobre mi misericordia para las almas atormentadas. [...] No puedo castigar ni al más grande pecador si invoca mi piedad, sino que lo justifico en mi insondable e inconcebible misericordia.» (D. 394)
Comprendes, al leer estas frases, con qué amor eres amado(a) por Dios? Jesús te pide que pongas toda tu confianza en Él, sea cual sea tu situación de vida actual:
«Llama a todas las almas a confiar en el inconcebible abismo de mi misericordia, porque deseo salvarlas a todas.» (D. 402)
«Las gracias de mi misericordia se obtienen con un único medio: la confianza. Cuanto mayor es la confianza, más recibe el alma.» (D. 523)
Y si aún dudas de su amor por ti y de su deseo de perdonarte, porque piensas que tus faltas son tan graves que son imperdonables, Jesús te dice:
«Aunque sus pecados sean negros como la noche, cuando un pecador se dirige a mi misericordia, me da la mayor gloria y honra mi pasión.» (D. 172)
«Cuanto más grande es el pecador, más derecho tiene a mi misericordia.» (D. 279)
«No puedo castigar ni al más grande pecador si invoca mi piedad, sino que lo justifico en mi insondable e inconcebible misericordia.» (D. 394)
«No hay miseria que pueda compararse con mi misericordia, ni miseria que pueda agotarla [...] Soy más generoso con los pecadores que con los justos. Por ellos he venido a la tierra... por ellos he derramado mi sangre, que no teman acercarse a mí, son ellos quienes más necesitan mi misericordia.» (D. 430)
«Mi misericordia es más grande que tu miseria y la del mundo entero. ¿Quién ha medido mi bondad? Por ti he bajado del cielo a la tierra, por ti me dejé clavar en la cruz, por ti permití que mi santísimo corazón fuera abierto por una lanza y así te abrí la fuente de la misericordia.» (D. 491)
Espero que ahora comprendas que ningún mal, por grande que sea, puede impedirte recibir el perdón de Dios. Y si en este preciso instante le pides Su misericordia con plena confianza y compartes este mensaje con quienes te rodean, Él te hace esta promesa:
«A todos los que proclamen mi gran misericordia, Yo mismo los defenderé en la hora de la muerte como mi propia gloria.» (D. 172)
«Con las almas que recurran a mi misericordia y con aquellas que glorifiquen y hablen a otros de mi gran misericordia, actuaré, en la hora de su muerte, según mi infinita misericordia.» (D. 172)
«Quien confía en mi misericordia no perecerá, porque todos sus asuntos son míos y sus enemigos se estrellarán a mis pies.» (D. 279)
«Las almas que propaguen la veneración de mi misericordia, las protejo durante toda su vida como una tierna madre a su pequeño, y en la hora de la muerte no seré para ellas un Juez, sino el Salvador misericordioso.» (D. 380)
«El alma que confía en mi misericordia es la más feliz porque Yo mismo cuido de ella.» (D. 430)
Espero que este mensaje te haya ayudado a comprender la inmensidad del amor que Jesús tiene por ti y cuánto desea liberarte del peso de tus errores pasados, perdonándote y ofreciéndote una nueva vida.
Rezo para que Su misericordia te envuelva y que tu fe en Él no deje de crecer. También rezo para que tu vida se convierta en un testimonio de esta verdad esencial: la misericordia de Jesús es infinitamente más grande que todas las miserias humanas.
Que la confianza en Jesús nunca te abandone y te acompañe a lo largo de toda tu vida.
Jesús ha pedido que la imagen de su Corazón radiante, con las palabras "Jesús, en Ti confío", sea venerada y difundida en todo el mundo. Esta imagen es un signo de su amor infinito.
«Pinta una imagen según el modelo que ves, con la inscripción: Jesús, en Ti confío. Deseo que esta imagen sea honrada, primero en su capilla, luego en todo el mundo. Prometo que el alma que honre esta imagen no se perderá.» (D. 47-48)
La Coronilla de la Divina Misericordia
La coronilla de la misericordia es una oración transmitida por Jesús a Santa Faustina, acompañada de la promesa de numerosas gracias para quienes invoquen Su Misericordia a través de ella:
«Las almas que reciten esta coronilla serán envueltas por mi misericordia durante su vida y especialmente en la hora de la muerte.» (D. 754)
«En la hora de la muerte, defiendo como Mi propia gloria a cada alma que recite esta coronilla, o si otros la rezan por un agonizante, esta indulgencia es la misma.» (D. 811)
1. Señal de la Cruz
2. Oración de apertura (opcional)
3. Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.
4. Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
5. Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
6. En las cuentas grandes, una vez:
Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como expiación de nuestros pecados y los del mundo entero.
7. En las cuentas pequeñas, diez veces:
Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
...
8. Repetir los pasos 6 y 7 hasta completar las cinco decenas.
...
9. Para terminar, tres veces:
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero.